08 mayo, 2011

Carta de Marga para Manolito

Ha sido recibida en nuestra oficina lo que a continuación sigue; firma Marga y está dedicado a Manolito, el protagonista de la crónica Con mucha corrección, publicada el pasado 28/02/11:



Mi querido amigo… (AMIGO con significado… con respeto, con cariño… de verdad…no de postizo de los que se cuentan para no sentirse tan solo; ni de copas, aunque las tomemos… pero bueno, eso es otra historia…)… Estoy de acuerdo. Sin más. Pero mi comentario va a ir por otros derroteros…
Hay Manolitos.
Hay subManolitos.
Espero que no te importe que me haya leído tu artículo de Facebukks…
Manolito: intentaría publicar un perfil real, sería en lo posible fiel a sí mismo…Escondería, para no revelar porque prefiere callar a mentir.
SubManolitos: publicarían un perfil acorde a la realidad que quieren mostrar a los demás.. cómo quiero proyectarme al mundo? Qué tengo que mostrar para ello? (no digo fingir ser para ello porque la realidad es que se acaban creyendo su propio perfil… el que han medio inventado, que al fin y al cabo está en su cabeza y también forma parte de ellos mismos, pero bueno, eso es otra historia… -ya van 2, te has dao cuenta-?
Quiero decir qué: cuando todo lo que le pasa a Manolito y probablemente al resto de sus “compañeros” llega al punto de ebullición; cuando ya se han atrevido a hablar entre ellos; cuando las horas de oficina duran hasta las copas de los viernes por la noche y algún que otro teatro; cuando de repente comprendes que tus desavenencias con el de contabilidad y viceversa no existen, sino que son fruto únicamente de la dura presión de sus (¿cómo era?) “sobadamentosamente “ preparados superiores profesionales y que no importa que se equivocara en una factura que hiciera que no cobrases una comisión o que le dieran a él un reposapiés que tú llevas esperando dos años porque tienes un fuerte dolor en las cervicales y necesitas urgentemente corregir tu postura…por favor, somos humanos, todos nos equivocamos, hoy por ti y mañana por mi…; cuando todos están tan y tan unidos en mente y corazón; cuando el agobio no pesa tanto porque lo eleva un solidario compañerismo; cuando eres capaz de reírte en voz alta en el despacho e incluso te atreves a pararte cuando pasas por la mesa de tu colega, el que por cierto enchufaste hace un año, a comentar un minuto el partido de la noche anterior.. Hay que ver que el árbitro estaba comprado… dónde vamos a llegar así, por favor… menos mal que nos tenemos los unos a los otros y que unidos todo es mucho más fácil… pero qué presión –se escucha la vocecita de la vicesecretaria de marketing-, me derramo en agua con sal y llego con el pelo mojado por la mañana porque lo he estado haciendo toda la noche…derramándome aun a sabiendas de que me dolerá mucho la cabeza… oh…
Mi letra es ironía? Desconsideración? Ponerse de parte de los “de arriba”? No… lamentablemente en muchos casos, una crudité de realidad, pero sin la vista que te dan crudités culinarias, sí, esas que llevan muchas zanahorias, ni el dulzor de boca de un rojo y jugoso pimiento, que es básicamente lo que le importa a tus queridos compatriotas que ahora mismo te estén desmenuzando tus jefes, que son también los suyos, querido Manolito, para hacerse una sartén de migas con tus sueños de cambiar las cosas en este pequeño microclima que se llama “esta puta empresa de mierda”. La realidad muchas veces es que siempre hay una cabeza de turco llamada como tú: Manolito. Manolito que cree en lo que dice, que cree que los demás lo creen como él, y que no sólo lo creen sino que de verdad están dispuestos a ser eco cuando su voz salga a la luz, para avanzar… aunque sea a pasitos cortos… muy cortos, para dar con el pié en el suelo y decir BASTA!!!... pero… a veces, sólo a veces… para ser generosa… ves que tu zapatazo no ha sonado convincente y esto empieza a oler muy mal, tus jefes lo miran, tú lo miras, te miran, los miras: has pisado una mierda y cuando te das la vuelta no hay nadie que te respalde, nadie detrás para ayudarte a limpiarla. ¿Y ahora qué Manolito?...Te lo digo yo.
El de contabilidad ha bajado la cabeza cuando pasabas por delante, probablemente se le había caído la factura que te jodió el fin de mes entre el reposapiés y el culo de su jefe directo, que de paso, tiene que lamer de tanto en cuanto. Por suerte para ti esta noche no va a echar ningún polvo porque la chiquita de marketing tiene una fuerte jaqueca. Pobrecita, no ha venido a trabajar hoy por eso mismo, le hubiera encantado estar contigo y darte su apoyo, sabes que no podía más y lloraba continuamente… una lástima, de hecho se ha deprimido aún más cuando se ha enterado de que te han despedido… y aunque no pueda follar de momento aún puede sacar fuerzas para preparar una cena en tu honor. Todos los presentes en la cena: todos los ausentes en el despacho en que te suicidaste. Te suicidaste no por cobardía, pero sí por no creer en la cobardía de los demás. Te entregaste como ofrenda a los Dioses…, pero eso te honra hombre, desde King Kong que ya se hacía eso…y por supuesto no te quejes por favor ¿qué más podrías pedir? tu amigo se ha esforzado tanto este año que ya es digno de tu puesto y por lo menos sabes que lo dejas en buenas manos…
- Pero qué majo era Manolito ¿os acordáis? Uy!… pásame un canapé de sobrasada si quedan, por cierto Juanito… ¿no te parece injusto lo que está pasando en ventas?

21 marzo, 2011

Hay ganas de que se hunda el mundo

Hemos observado un incremento exponencial en el interés de cada vez más gente por el Fin del Mundo, cosa que se advierte a causa de la expectación creciente por Dosmilesdoces, Haarps, pasiones por que alguna central nuclear japonesa vuele en pezados y desparrame radiación a los cuatro vientos, explosiones solares, hecatombes bioquímicas, guerras globales y muchas otras atracciones y entretenimientos para el fin de semana. Al contrario de las saludables y efervescentes novelas y películas de género catastrófico de ayer de hoy y de siempre, en el que un eventual fin de los tiempos se contrastaba con la decidida actitud de los protagonistas por hacer frente y sobrevivir a fuerzas colosalmente destructoras con el ánimo de pervivencia no sólo física sino anímica de la raza humana; se advierte hoy en cambio, un deseo de castigo apocalíptico desprovisto de cualquier esperanza precisamente por pertenecer a esa misma especie.

Se diría de un caso de conciencia sucia colectiva. Aunque al parecer, los que padecen este ansia por la punición son precisamente gente que no decide nada en cuanto a los destinos humanos, que vive arrastrando su existencia desprovista de ilusiones en medio de un inacabable panorama de pesimismo. En cambio, quienes dirigen el mundo, ya bien sea el jefe de la oficina de uno o el presidente de una todopoderosa multinacional están encantados consigo mismos, con su poder neroniano, disfrutando de placeres caros y prohibidos, riquezas a costa del contribuyente, manejos extraños, corrupciones surtidas, guerritas locales, y masacres varias.

Entonces, ¿porqué hay quién desea que el castigo de Dios caiga también sobre su cabeza cuando la culpa es de otro? Sin duda, entre antropólogos y psicólogos nos podrían responder a buena parte de esta pregunta: las cosas de la organización tribal, el reflejo del yo en los demás, etc… Pero, al vivir en una sociedad tan espléndidamente mezquina, nos sigue persistiendo cierta duda al respecto.

Quizás una posible respuesta esté en la historia de Job, el patriarca justo y honrado a quien Dios, para probar la inquebranteble fe de aquél ante su archi-enemigo, el Demonio, –cuando hablan Dios y el Diablo siempre parecen dos colegas publicistas de empresas rivales que se encuentran en el bar a la salida del trabajo- , pues permitió a Satanás hacerle sufrir a Job las mil y una perrerías tales como arruinarlo, escarnecerlo públicamente, masacrarle la família, e incluso hacerle pasar por tonto. El quit de la cuestión es que a cada prueba que el Maligno, con la aquiescencia del Lord of The Lords, perpetraba en la vida de Job, este santo varón la superaba no sólo sin lamentarse, sino aún alabando a su Señor, ya conocen el slogan: “¡Dios me lo dió, Dios me lo quitó, bendito sea Dios!”
Al acabar Satanás retirándose, vencido y agotado tras mucha y larga perversidad infructuosa, Jehová, satisfecho y complacido con su siervo, le recompensó como premio a la lealtad y la perseverancia ante la adversidad, proveyéndole de aún mayor cantidad de bienes, familia y felicidad de la que había perdido.

Quizás en este episodio resida una cierta explicación sobre porqué callamos, aunque rabiemos por dentro, ante desmanes increíbles e injustificables y a la vez deseemos que todo salte por los aires de una vez por todas: quizás extraemos de nuestra famosa y etérea conciencia colectiva el episodio de Job, y creamos que, pase lo que pase y por injusto que sea, si nos estamos quietos, no nos quejamos mucho y nos portamos bien, la Justicia acabará prevaleciendo y nuestros méritos y sufrimientos se verán finalmente reconocidos (y si no en este mundo, puede que en el siguiente si lo hay).

Lo que dicen algunas malas lenguas es que a Job, su nueva y ricachona familia le tuvo que estar limpiando la baba y la caca hasta que murió, día hasta el que no cesó de repetir a cada minuto “Dios me lo dió, etc…” con los ojos vidriosos y la mirada perdida en el infinito del yeso de la pared.

17 marzo, 2011

Facebukks (I)

Me dispongo a lanzar cual Voyager personal, desde mi planeta-PC, una cuenta de Facebukks al Universo Mundial, y me pregunto cargado de esperanza si habrá vida afín a la mía más allá de mi entorno inmediato; Y lanzo mi sonda repleta de información sobre mi, para que esa vida afín a la mía, y que sin duda existe en alguna parte, puesto que si no ya me dirán qué hago yo con mi existencia, pueda advertir que aquí estoy, que soy aquello con lo que ella siempre también ha soñado y podamos encontrarnos. Se dirá que esta historia no es muy novedosa puesto que las cianobacterias del Paleozoico ya mostraban inquietudes y comportamientos muy parecidos, pero recordemos que en la repetición y la insistencia se encuentra a menudo la semilla del triunfo.

Si no les parece mal, volvamos al Holoceno:

Conozco mi objetivo: encontrar gente de mi gusto y talla para disfrutar de esta vida maravillosa. Como lo que deseo hallar se ubica en el nivel del ciudadano medio, sentimentalmente pobre, profesionalmente ambicioso, materialmente codicioso, y secretamente frustrado (es muy importante conocer los parámetros en los que uno pretende no sentirse extraño), pergueñaré mi retrato virtual con la máxima habilidad de que disponga.

Bien. La información que envío en mi sonda debería mostrar quién soy. Aunque, ¿ello es una buena idea?

Veámoslo:

Como he sido bien instruido en sociedad (si no no tendría mi Facebukks) y he ido aprendiendo quieras que no, conozco qué debo y no debo hacer. Y esto se reduce a una sola noción: Ni se te ocurra permitir que sepan como eres, o estás muerto.
Todo el mundo apesta, y no sólo me refiero a la dicharachera actividad de las bacterias sobaqueras que nos acompañan fielmente. Pienso también en el aroma a falsedad que desprendemos minuto a minuto ¿Es esto debido a que somos intrínsecamente malos? No lo creo, es más bien porqué somos cobardes por selección natural (los valientes se exponen y mueren, los cobardes se esconden y sobreviven). De ahí que todo en nuestra actitud es pose, adorno y dramatización (excepto en el baño si no nos ve nadie, aunque incluso ahí ensayamos gestos y caras ante el espejo). Sea como fuere, la experiencia nos aconseja mostrar lo mejor que desearíamos de nosotros mismos, es decir, cómo queremos que nos vean.

Dicho lo cual, paso a explicar someramente dos puntos importantes sobre la información a destacar en mi perfil: la foto y con quién me ajunto.

1) Debo escoger antes que nada una fotografía conveniente. Como nos han metido en la cabeza la necesidad de que todo lo que hagamos debe expresar algo de nosotros mismos, y que además es mucho mejor si ello está expuesto de forma original, interesante y atractiva, pues, ¡hala!, a evidenciar nuestro cómo molo y qué majo soy. Me percato que de esta manera poco puede hacer por mi una foto-carnet. Lo que suele abundar en el Facebukks son fotografías de gente que quiere mostrar en una sola imagen como es de desenvuelta, activa, polifacética, desenfadada, enrollada, cercana, espabilada, sana, inteligente, accesible, optimista, positiva y estupenda. Incluso puedo mostrar una imagen a contraluz, o saliendo de espaldas frente a un lugar interesante, o de perfil lejano en un paraje exótico, o poner un objeto revelador de sensibilidades o inquietudes hermosas y trascendentes… mil cosas sirven mientras transmitan lo que deseo que vean en mi. Personalmente me choca un poco, porque conozco a algunos de estos y son todos unos hijoputas. Pero, bueno, la imagen lo es todo, no hay que dudar de ello y a mi ya me dijeron una vez que era un negativo (me lo dirían por lo de la imagen y la fotografía, digo yo).

2) Mostrar mi adhesión a grupos de actividades con valores moderadamente reivindicativos, ni muy estridentes ni demasiado ñoños, ni muy minoritarios ni para nada top of the pops, y que, evitando en lo posible ser sospechosos de aburrimiento, permitan suponer que estoy provisto de una innata elegancia intelectual; todo ello a fin de comulgar con las personas del entorno en el deseo desenvolverme (que no siempre es en el que me muevo hoy por hoy). Si se sabe presentar, incluso queda bien ese aire de rebelde idealista, que se atreve a comprometerse, que se moja por lo que piensa y que lo arriesgaría todo por defender aquello en lo que cree. Lo malo es que una cosa es lo que se dice que se cree y otra muy distinta lo que se piensa en realidad. Bueno, también he conocido a unos cuantos de estos, y el resto de la frase ya la conocen.

En fin, volveremos a tratar este tema más adelante.

28 febrero, 2011

Con mucha corrección

Rápido y sin derecho a réplica, pero eso sí: le trataron con extremada cortesía, con maneras exquisitas e irreprochable educación. Como si con ello el verse despedido del trabajo se convirtiera en un elegante favor.

Pues ante todo, entre directivos especializados en la gestión de recursos humanos, existe una aversión a perder las maneras: que un trabajador sea engañado y explotado por la empresa donde intenta ganarse la vida es hasta cierto punto normal: ello es señal de que sus superiores son profesionales sobadamentosamente preparados para superar trasnochados valores buenistas que pudieran entorpecer el favorable crecimiento de los beneficios empresariales. Se demuestra así también que son gente capaz de bregar con el actual e inmisericorde mundo económico y laboral en el que, entre tales directivos encargados de manejar el ganado humano y en círculos íntimos, la en cualquier otro ámbito inaceptable palabra “cabrón”, es considerada un formidable halago.

Sin embargo, es cosa inadmisible que un empleado se ponga hecho un energúmeno cuando las cartas quedan boca arriba y se ve de patitas en la calle por razones que suenan a extraña excusa. Así que lo necesario es hacer que el tal empleado se sienta mal ante sus impulsos naturales de rebelión cuando se le trata injustamente. Alterarse y mostrar lo que uno siente es cosa desfasada y que denota bajo nivel, cosa de obrero de extrarradio, por lo demás especie ya extinguida. Una desdichada actitud que no conduce sino a conseguir malas referencias.

De todo ello la necesidad de ser tremendamente correcto es prioritaria para descolocar a quién es objeto del despido (haciéndole sentir inferior y culpable, cuando él es la víctima, dando por sentado que, al deshacerse de él tan educadamente no existe provocación). Así se consigue evitar que se monten escándalos que dañarían la buena imagen de la empresa en cuanto a su trato humano. Si corriera la voz de que la empresa no es considerada en la manera con la que echa a un trabajador, ello podría perjudicar el éxito de su demanda a los empleados para que se impliquen al máximo en los objetivos de la misma (compartidos o no). Por lo general, esta implicación suele ser presentada bajo ciertos genéricos abstractos: “participación”, “cooperación”, “corresponsabilidad”, “trans-versalidad” y otras muchas palabras de buen y moderno talante empresarial aportadas por los inteligentes jefes de Marketing y Recursos Humanos. En esta maraña de conceptos maravillosos y estimulantes, el quejarse, simple y llanamente equivale a defección, a conflicto, a intransigencia y cortedad de miras, a motín caduco en un mundo donde los jefes son gente amigable, accesible y, sobre todo, triunfadora y educada. En otros tiempos se diría de ellos que son modelo y ejemplo a seguir, aunque hoy día esta descripción quedaría algo ridícula y hasta hortera: no impresionaría. Decididamente, las palabras profesional y triunfador causan un mucho mejor efecto en el común de los asalariados.

Así, pues, Manolito salió de su ahora ex-empresa con la carta de despido en el bolsillo y faltándole cinco años de vida dedicada a trabajar unos días con esfuerzo y dedicación y otros con esfuerzo y resignación, entre tareas y obligaciones y entre compañeros y otros que no lo eran tanto. Todo ese tiempo de su vida volatilizado en menos de diez minutos con una simple notificación por escrito entregada por el condescendiente e impertérrito Assistant Manager de Recursos Humanos. No hace falta un gran acontecimiento para que la vida se tuerza, un simple papel y ningún diálogo son suficientes para ello.

Los extremadamente corteses se olvidaron rápidamente del tema, un asunto “desagradable”, tal y como se lo presentaron a Manolito. Desagradable quizás para ellos, para el despedido el calificativo sería otro, pero hay que recordar que la anterior premisa sobre las buenas maneras tiene largo efecto. De todas formas, no pasaron por alto el encargar a un empleado de su especialísima confianza que encauzara cualquier rumor que pudiese circular entre los trabajadores sobre el finiquitado Manolito, dando a entender que a muy poco lleva no participar de las maneras y exigencias de quienes mandan.

Ahora, aprovechando la oportunidad pintada por unos tiempos de crisis y temor, y siguiendo el rotundo ejemplo de una gran empresa de automoción, el Director General y sus directivos adjuntos plantearían a los trabajadores, y en estos términos, lo siguiente: A pesar de que la crisis les estaba obligando a reducir la plantilla a diario, engrosando con ello la terrible tasa de paro, estaba en su ánimo no cerrar la empresa y dejarles sin forma de ganarse el sustento, así que, en un esfuerzo supremo, proponían un convenio en el que esperaban encontrar por parte de los empleados una mayor y más desinteresada aportación productiva a cambio de una regulación remunerativa inversamente proporcional por parte de la empresa. El premio: conservar unos puestos de trabajo que, dado el caso de falta de implicación de los trabajadores, podrían ocuparlo perfectamente y con enorme agradecimiento otras gentes de este abierto, multicultural y global mercado que es el mundo.

21 febrero, 2011

Pólvora y palomitas

Llega la crónica de un hecho sucedido en Riga, Letonia: al parecer un hombre ha disparado a otro en un cine a causa de que el último había estado comiendo palomitas de manera inaceptablemente ruidosa a lo largo de una sesión. El tiroteado ha muerto y al tiroteador le han quitado la pistola.

Hay quien, disponiendo de un arma, sale con ella de casa bajo el sobaco aunque sólo sea para ir al cine. Fea actitud que revela un exagerado sentido de la desconfianza, como si en cualquier momento pudiera acontecer la necesidad de asesinar a alguien, incluso a un desconocido. Tan escasamente refinados impulsos no son propios de personas de adecuada condición.

Por su parte, la víctima ha perdido la vida a causa del desconocimiento u omisión de una elemental norma de convivencia urbana, a saber: la buena educación.

Parece innecesario advertir que en un cine, por lógica, respeto y maneras, es natural mantener en la película la propia atención y evitar comportamientos que distragan la de los demás. La magia de las películas consiste en precisamente poder imbuirse de la historia proyectada en la pantalla, que nos permite hora y media de recomendable evasión; este ejercicio resulta imposible si a nuestro lado hay personas que degluten el rancho; para tal menester existen cantinas, tabernas e incluso restaurantes. Esto debería parecer claro a todas luces.

A pesar de ello, las empresas de exibición de películas insisten en ofrecer a su público antes de entrar en la sala todo un catálogo de bebidas y comestibles.

El guión del film de Hawks Luna nueva nos facilita cierta perspectiva para contemplar este trágico episodio: "Producción para uso". Si alguien entra alimentos en el cine, es para comérselos, de igual forma, quién entra en posesión de un arma, la lleva para usarla. Sólo es necesaria la coyuntura precisa para que ambas circustancias se fundan en una.